
El Soldado de Gilda
Tiene una escultura de la cantante de tamaño real, le festeja cada cumpleaños con una torta, y una vez por semana la visita en el cementerio. El 7 de septiembre, en la ceremonia por la muerte de Miriam Bianchi, o como prefiere decir, su “desaparición física”, Fabio Figo viste una campera de jean celeste como la de un rockstar de los años 70. Sin embargo, cuando se da vuelta tiene una estampa con la cara de la cantante que ocupa toda su espalda. También tiene incrustado en el pecho un rosario con su figura, otros collares con su nombre, y dos pins mastodónticos que dicen “Gilda, la única".
Más que un fanático y devoto de la cantante de la cultura tropical, él repite con orgullo: “Soy un Soldado de Gilda”.

“Gilda es amor, pasión y devoción”, sostiene Figo. Foto: M.M.
Al preguntarle por su nombre completo, Fabio responde: “Fabio Figo, Soldado de Gilda”, como si fuera parte de su identidad. La idolatría por la cantante va mucho más allá de ser un club de fans que escucha sus canciones y va a sus conciertos. Ser un Soldado de Gilda implica encargarse de limpiar y cuidar el lugar donde descansa la artista, el nicho 3635 de la galería 24 del cementerio de Chacarita. Para Fabio esto significa pedalear, al menos, una vez por semana desde su barrio en Mataderos hasta Chacarita, sin importar el frío, la lluvia o el calor agobiante. Llega con flores frescas, ordena con paciencia los presentes que dejan los fanáticos y se ocupa de que no falte nada: compra pintura para las paredes, enciende velas, tira perfume y agua bendita. Cada visita es un ritual que exige tiempo, dinero y energía, pero que él asume con dedicación y entrega. Fabio no gana plata; es un acto de amor, respeto y admiración hacia ella. “Gilda sabe quién es quién. No la podés engañar ni lucrar con ella”, sostiene.

Fabio Figo: “Gilda es la compañía de todos mis días”. Foto: M.M.
Su vínculo más profundo con la cantante nació después de su “desaparición física”. En un principio, visitaba la galería 17 del cementerio para acompañar a su novia a la tumba de su madre. Como gesto de gratitud, una vez al mes dejaba flores en el nicho de Gilda. Pero a principios de 2017, al ver el espacio descuidado (con una sola luz, telarañas y las paredes sucias), decidió intervenir. “Necesité ir a la administración a preguntar si podía pintar, hacer algo”, recuerda Fabio, encogiéndose de hombros como quien no encuentra una explicación lógica. “Fue como si ella me lo hubiese pedido, fue algo raro”, agrega.
Si bien su estilo podría parecerse más al de un rockero con cadenas, ropa negra y pelo largo, la cumbia de Gilda ocupa un lugar central en su vida, mezclándose con bandas como Kiss y Motley Crue. Ambos géneros musicales conviven en él sin conflicto. La gran diferencia es que Fabio encontró en Gilda mucho más que música. “Gilda es quien le dio sentido a mi vida”, cuenta mientras se le ilumina la mirada.

“Para mí Gilda trascendió todo: lo musical, lo espiritual, todo”, cuenta Figo. Foto: eldestape.
Además, Fabio Figo asegura que Gilda se le manifestó en el cementerio en distintas oportunidades. La primera vez ocurrió cuando encendió una vela y la colocó debajo de una foto de la cantante. Al ver la imagen que había sacado con su celular, vio un haz de luz dorado que iba desde el techo hasta el cuadro de Gilda. “Se veía desde todos los ángulos que saqué la foto”, dice, abriendo los ojos como si todavía no pudiera creerlo. En otra ocasión, al visitar el cementerio durante la cuarentena, vio una intensa luz que salía del interior del nicho. También recuerda que un día, al sacar una foto a una pared que estaba por pintar, vio reflejada la silueta de una mujer junto a una nena. Entonces, mira fijo, con convicción y aclara: “No es que uno la hizo milagrosa porque murió y la santificó. Gilda hizo milagros en vida”.

Junto a la tumba de Gilda se encuentran su hija Mariel y su mamá "Tita" Sciolli. Foto: Andrés D’Elía.
Al igual que muchos fanáticos, Fabio relata que acude a Santa Gilda en momentos difíciles de su vida. “Es el ángel de mi vida”, dice con una sonrisa. En dos ocasiones, cuando su perro enfermó gravemente, le pidió que lo “estirara un poquito más” y, según él, gracias a su ayuda logró recuperarse. Durante la pandemia, cuando el cementerio estaba cerrado, sintió que le habían “cortado las piernas”, pero a pesar de las restricciones, se acercaba a rezar un padrenuestro desde afuera. Además, decidió no vacunarse en ese período y confiar en la protección de la cantante.
Aunque a simple vista su apariencia podría asociarlo más al rock, basta con escucharlo hablar de Gilda para notar cómo se le suaviza la voz y se le iluminan los ojos. En ese instante, queda claro que su devoción por la cantante no tiene fronteras. Gilda se volvió su refugio y propósito, y Fabio la honra declarándose su Soldado.
Por Malena Mastropasqua
