
Carlos Daniel Iocca: cura, bombero y padre
El 7 de septiembre, el obispo auxiliar Carlos Daniel Iocca fue el encargado de celebrar la misa responsorial en memoria de Miriam Alejandra Bianchi, más conocida como Gilda, y de todas las víctimas del accidente ocurrido hace 29 años.

“Después del accidente, quedamos en contacto con Carlos Mazza, el dueño del santuario, y todos los 7 de septiembre hacemos la misa”. Foto: M.M.
La razón por la que Carlos celebra la misa se remonta a 1996, cuando el accidente de Gilda llevó a que se inaugurara el cuartel de bomberos de Ceibas el 29 de octubre de ese mismo año. Desde entonces, Carlos y el cuartel quedaron ligados a ese recuerdo, y cada 7 de septiembre se celebra la misa responsorial en memoria de Gilda y de todas las víctimas del accidente.
“¿Sos fan de Gilda?”
"Me encanta, de chico siempre me encantó la cumbia”, respondió sonriendo.
Lejos de encasillarse, Carlos combina sus distintos roles y pasiones con una naturalidad que sorprende y contagia: “Trabajo en un depósito de laboratorio, todo el mundo sabe que soy cura, que soy bombero, que soy papá de familia”, Además, explica que, al no ser Católico Apostólico Romano, puede casarse y tener hijos.
Carlos llega al santuario en el camión de bomberos, junto con algunos de sus compañeros del cuartel de Ceibas. Durante la tarde está presente en el evento, escucha la música y charla amablemente con la gente.
Forma parte de los sacerdotes obreros misioneros y cree firmemente en “seguir evangelizando, meterse en el barro, ver en qué está creyendo la gente y acompañarlos”. Bautiza, escucha, acompaña y reparte comunión a todos, sin importar estado civil ni creencias previas: “Che monse ya que estás, ¿no me bautizas?”, es una de las preguntas que suelen hacerle cuando viene al santuario.

“Si la gente cree en algo y les hace bien, bienvenido sea… Estamos en otra época”, reflexiona. Foto: M.M.
Cuando se acerca la hora de la misa, Carlos se pone la casulla sobre su uniforme de bombero y agrega una estola violeta por encima. Junto con su hijo y Carlos Mazza, dueño del santuario, agarran una de las mesas, le ponen un mantel blanco y comienzan a preparar el altar para la celebración. La misa transcurre como cualquier otra, el Obispo da las oraciones, dice algunas palabras en honor a Gilda y los fallecidos en el accidente, y le da la comunión a todos los presentes que hacen fila para recibirla.

”Le damos la comunión a todo el mundo: no nos importa si es casado, si es soltero, cada uno se arregla con Dios como puede”. Foto: M.M.
Carlos reconoce la devoción popular, como la que existe hacia Gilda, y busca que cada persona viva su fe desde lo que le hace bien. “Para mí, mi papá es santo y no lo conoce nadie. En el fondo, el santo es quien le hace bien a cada uno”, explica. Se siente feliz cuando puede bautizar a alguien durante sus misas, y considera que la verdadera recompensa es ver a la gente conectada con la fe.
Hoy, Carlos Daniel no solo cumple su rol como cura, bombero y padre, sino que representa una fe en acción, que dialoga con lo popular, abraza la memoria y baja del altar para acompañar. Cada 7 de septiembre vuelve al santuario de Gilda a encontrarse con la gente y compartir la fe, acompañando y evangelizando a su manera.
Por Mía Handley
